De hombres que hablan de leones…

El pasado martes 2 recibimos en el cole la vista de Boniface Ofogo. De sobra conocido en muchos centros escolares, Boni volvía a San Jorge una vez más participando de las actividades que costea el Ayuntamiento de Pamplona (Programa Vamos a Leer) y que organiza FIRA, para hacer algo que lleva veinticinco años haciendo: contar cuentos. Porque lo suyo es narrar historias, cautivar con la palabra, manejar los silencios para atrapar la atención de quienes escuchan, poner voz a leones, libres o serpientes. Las caras de la audiencia reflejaban el embrujo y la fascinación de historias que viajaban  hasta nuestras aulas de la mano de este camerunés apasionado por África.

“Habría que lograr que las familias de estos chicos y chicas contaran cuentos a sus hijas e hijos. Es fundamental”, insistía Boni al finalizar las dos sesiones que compartió con nuestro alumnado de tercero de Primaria. Nos decía, así mismo, que las historias que se narran han sido siempre el vehículo para conocer las emociones, aprender de ellas y transmitir valores humanos fundamentales sobre los que las civilizaciones han caminado hacia el futuro. 

Relatar historias es una forma de arte. Con la presencia del arte, una manera de conocer -como lo son la ciencia o la propia revelación, para las personas que sean creyentes- nos aseguramos de responder a la necesidad que tenemos las personas de seguir creciendo. La literatura, contada y escuchada, sigue hoy viva en los países africanos desde donde llegan familias, niñas y niños que enriquecen nuestro colegio. En Malí, Nigeria, Guinea, Gambia, Senegal… en todo el Sahel, como en el Magreb y en el mundo entero, se siguen contando historias que dicen la verdad narrando hechos que nunca han sucedido, dando voz a animales que nunca dirán palabra alguna. 

Escuchar historias africanas nos acerca al objetivo de conocer mejor África, todavía muy desconocida en estos pagos, un continente heterogéneo, un crisol de culturas, lenguas, un continente plural y siempre fascinante. Hay, con todo, un rasgo común a toda esa diversidad: la tradición oral, es decir, la costumbre arraigada en el tiempo de contar a  pequeños y grandes  lo que funda una cultura poniendo oídos a las palabras que otro encadena. Los pueblos, todos los pueblos reconocen en la tradición oral que los cohesiona, la fuerza de las historias que mueven las emociones y tocan el corazón.

En África occidental, de donde llega nuestro contador de cuentos, también hay quienes cuentan historias. Y lo hacen porque aportan sentido a sus comunidades. Estas personas se llaman griots. Fue muy emocionante escuchar de labios de Boni, que su padre fue uno de ellos. “De casta le viene al galgo”, repiten muchas veces nuestras abuelas,  sin cuya sabia mediación jamás habríamos aprendido tantas cosas. No es, por tanto, esa casta una suerte de banco genético que se hereda  sino la concreción de un inmenso potencial para construirnos como personas que viven, aman y aprenden en un lugar, inmersas en una comunidad que puede y debe seguir creciendo con la novedad que somos cada uno, cada una.

Hablar con Boniface Ofogo da pie a ahondar en uno de los siete principios del aprendizaje dialógico: la inteligencia cultural, es decir, la conciencia de que cada persona es única porque también tiene un perfil intelectual que la distingue de todas las demás, que la hace especial y merecedora de un lugar en el grupo que nadie puede ocupar. También otorga ese lugar  a aquellos niños y niñas con especial sensibilidad en el uso de la palabra narrada.

Las historias que hemos oído durante nuestra vida nos han ayudado a crecer aunque hoy no las recordemos. Sabemos que han dado forma a nuestro pensar, que han combatido nuestros temores, que han contribuido a resolver nuestros conflictos y nos han moldeado enseñándonos que lo que un día soñamos puede hacerse realidad. Por este motivo, la tradición oral de contar cuentos es un pilar de la cultura. Así ha sido en todo tiempo y lugar. Vivir la cultura, en todas sus formas, es de vital importancia para disfrutar de la vida y darle sentido. Vivir la cultura hermanada con la educación excede de largo el cumplimiento de cualquier plan educativo y el logro de objetivos redactados fuera de las aulas porque, como nos recuerda Teresa Catalán, Premio Nacional de Música 2017: “La educación dignifica, la cultura salva”. La cultura, simplemente, fue antes.

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