Acabamos el año con la visita de SS MM los Reyes Magos y Olentzero, y lo comenzamos con el Día de la Paz

El pasado 2020 se fue dejándonos la gratísima visita de Sus Majestades de Oriente, de Olentzero y de Mari Domingi. Los primeros se pasaron por el cole y los recibimos en el gimnasio con mucha alegría, sobre todo los más pequeños, naturalmente. Los dos últimos nos grabaron un vídeo muy cariñoso desde su hogar en el monte. De ese encuentro con todo el alumnado, tomaron buena nota las madres de la APYMA que, además de realizar una encomiable labor organizativa, hicieron un montón de fotos que podemos ver pinchando aquí. Una vez más, muchísimas gracias, APYMA.

Y si acabamos muy bien el año, de igual manera lo hemos comenzado. El pasado viernes 29 celebramos en el colegio el Día de la Paz. Como ocurre con tantos y tantos días señalados, nuestra aspiración máxima es que en el futuro el Día de la Paz tampoco se celebre. Y no porque haya caído en el olvido o porque el sueño de alcanzarla se sienta como un imposible. Todo lo contrario: anhelamos que la paz sea el rasgo que defina la vida en este querido mundo nuestro y, simplemente, no haga falta que recordemos lo importante que es disfrutar de la vida en fraternidad y concordia. 

Preparando los actos de ese día, emergió una figura, femenina y africana, una poderosa mujer que brilló con luz propia y cuyo recuerdo indeleble sigue entre los amantes de la naturaleza y entre quienes persiguen la igualdad real de las personas y el respeto por el medio ambiente. Esa mujer se llamaba Wangari Maathai. Sus frases siguen hoy vivas entre nosotros; su compromiso con la emancipación de los pueblos y el logro de los mismos derechos para las mujeres y los hombres sigue inspirando a millones de personas. El ecologismo real que abanderó y la empujó a fundar The Green Belt sigue siendo un estímulo para quienes aman y respetan la naturaleza. Esta mujer keniana, que recibió el premio Nobel de la Paz en 2004, fue recordada el viernes en todas las aulas del centro a través de una breve lectura de su biografía, de sus frases más famosas,  y de un cuento sobre su vida que ya es bien conocido por muchísimas personas.

La paz, como quien siembra o planta un árbol, necesita tiempo, confianza y riego, mucho riego. La paz es una palabra grande, no siempre tan cercana. Hay otra más fácil y comprensible para los niños y niñas más pequeñas: la amistad. La amistad es como el alcorque de los árboles, ese hoyo que cavamos a su alrededor, que detiene el agua de los riegos y permite que se vaya filtrando poco a poco para que aquellos crezcan sanos y fuertes. Las personas también necesitamos alcorques. Necesitamos de amigos y amigas tanto como de alimentos y juego, como de cultura y risa. Necesitamos el aliento de quienes sentimos cerca, también para superar los obstáculos que dificultan el camino. Seguro que no podremos resolver conflictos que tienen lugar lejos de donde vivimos pero sí podremos ser ejemplo de cómo resolver los que nos atañen y que hemos de enfrentar cada día. Con valentía iremos construyendo una paz duradera, sólida, conscientes de su valor imprescindible, y del tesoro que entraña, sabiendo que su conquista diaria exige compromiso y escapar de soluciones facilonas que parchean lo que nos mina por dentro y nos aleja de la cooperación y del trabajo en equipo. 

En nuestro cole de San Jorge, como a Wangari, nos gustan los árboles pero como no podemos plantar tantos como ella, decidimos construir uno. Y quisimos dar el primer paso el Día de la Paz. El viernes pasado, el profesorado invitó a todo el alumnado a pasar por uno de los gimnasios de cole durante no más de diez minutos. A su llegada, todos los grupos encontraron unas estructuras básicas hechas con canutillos de papel y dispersas por todo el espacio. A continuación, explicamos que el objetivo de la actividad era colocar otros canutillos, los que habían realizado con anterioridad todos los alumnos y alumnas en clase, en las estructuras que encontraron en el gimnasio. Unas se ensamblarían en el tronco del árbol, las otras en las ramas. Como siempre en el cole, buscamos que toda la comunidad escolar tomara parte en la construcción de ese árbol.

Dentro de poco tiempo repartiremos las diferentes partes del árbol entre las clases del colegio para que siga creciendo a base de sucesivas capas de papel que iremos colocando, una tras otra… Cuando cada parte esté acabada se unirá al resto para dar la forma final  al árbol. Habremos creado así un árbol grande mediante la técnica de papel maché a partir de la estructura reticular de los canutillos de papel que fuimos elaborando con ayuda de cinta adhesiva y que cubriremos con engrudo, pintaremos y barnizaremos. Ese árbol, el Árbol de la Amistad, medirá más de dos metros de altura, sus ramas serán sólidas, tendrá colores y será nuestro, de todas nosotras y nosotros. Será un regalo que nos hacemos… Este árbol lo ubicaremos en algún lugar del colegio o en muchos lugares tal vez, colono de un oeste pacífico, pero también intrépido y cariñoso, solidario y valiente. Como es la amistad.

Pensando en la paz y pensando en nuestro cole seguiremos poniendo la mirada en las redes de amigos y amigas que nos sostienen ante las dificultades y nos alientan para seguir intentando lo que honorablemente nos propongamos. Y en los clubes de valientes, cada vez con más peso, mejor conocidos, más presentes en las aulas…

Despedimos esta entrada pensando en que volveremos dentro de algunas semanas para enseñar cómo ha quedado el árbol y qué misterios esconderá porque seguro habrá algo que lo hará especial, que lo convertirá en cómplice, en oído guardasecretos… 

Y si alguien se ha quedado con ganas de ver más fotos, que se aventure haciendo clic en este  enlace. Hasta pronto.

 

 

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