Cuando el mundo más académico investiga sobre lo que necesitan saber y hacer los chicos y chicas que vienen al cole para convertirse en adultos capaces, esperan que un profesorado muy formado, comprometido y sensible a las necesidades de su alumnado, sepa cumplir con su trabajo y obtenga de él lo mejor. Alcanzar ese objetivo solo será posible si sigue actualizando todo que sabe basándose en la investigación científica más puntera para hacer coincidir la práctica de aula con lo que más conveniente a las niñas y los niños. Por tanto, no cuestionaremos aquí si es o no importante que el profesorado siga aprendiendo –lo que es tan necesario como ilusionante- sino cómo estamos entendiendo ese aprendizaje en nuestro colegio de San Jorge.
La formación que hemos realizado el profesorado durante este curso ha tenido un marcado carácter dialógico. Así, en ocho grupos de trabajo diferentes, el claustro entero nos hemos enfrentado a la tarea de decidir qué cosas importantes han de saber los niños y niñas y cómo eso se puede conseguir fortaleciendo unas relaciones personales basadas en el respeto y la solidaridad. Como es lógico, ningún colegio puede inventarse de la nada qué es importante enseñar. Sí, en cambio, debe revisar el currículum oficial y actualizarlo, esto es, convertirlo en aprendizajes valiosos y útiles. Esa ha sido parte de nuestra tarea.
En apenas veinte horas de trabajo, y basándonos en distintos documentos oficiales y de otros centros educativos, hemos reflexionado hondamente sobre cómo hacer más capaz a nuestro alumnado para que responda mejor a las demandas de la sociedad de hoy. Si nos hubiéramos detenido para hacer un análisis detallado de los pros y contras de tan ardua tarea, más que probablemente seguiríamos anclados en la incertidumbre de saber si lo lograríamos o no. Como es obvio, una tarea tan exigente como la que enfrentamos a comienzos del curso no se puede acabar en unos cuantos meses, pero sí podemos afirmar que ha merecido muchísimo la pena, aunque en ocasiones podamos haber pensado que los obstáculos que habríamos de superar eran casi infranqueables y hayamos lamentado la falta de tiempo para culminar la tarea de manera óptima. El tiempo nunca juega a favor de quien siente la pasión por enseñar.
Cada grupo de trabajo se ocupó de una de las siete competencias clave que explica el currículum oficial (incluida la que atañe específicamente a la convivencia) y que toda escuela ha de abordar en su día a día. Estas competencias son las siguientes: competencia en matemáticas, ciencia y tecnología: competencia lingüística y comunicativa; competencia digital; competencia de aprender a aprender; competencias sociales y cívicas; competencia del sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor y conciencia y expresión culturales. Por muy ajeno que nos resulte este listado, un vistazo rápido a este elenco competencial nos hace pensar en que nada importante queda fuera de su campo de acción.
Sin pretender ser exhaustivos en la definición de competencia haremos nuestra una idea que apela a la capacidad que tenemos las personas para poner en funcionamiento nuestros recursos personales (es decir, conocimientos, emociones, habilidades y experiencias pasadas) con el fin de resolver problemas y crear productos que encuentran reconocimiento en alguna comunidad humana, así sea la nuestra o no.
¿Qué es eso de conocimientos?
Cuántas veces hacemos acopio de las cosas que sabemos porque las hemos leído, porque las hemos escuchado en casa, en la calle en una peli…, porque las hemos comprobado haciendo comparaciones, habiéndolas clasificado, porque somos capaces de definirlas de distintas formas… Leer y escribir muy bien es un aprendizaje básico que nos hace disfrutar hoy mismo y que también nos prepara para cuando la vida nos exija concentrar la atención en un texto largo y difícil hasta llegar a la conclusión que aguarda al final, en el último párrafo, o que permanece oculta por alguna razón también oculta. Hacerle preguntas a un escrito para exprimir su sentido o saber que hacerle preguntas distintas al mismo texto puede hacernos construir muchos sentidos distintos… Escribir la misma idea de muy diferentes formas… Haber aprendido a leer y escribir muy bien, lo mismo que restar con llevadas o dividir rápido y sin confusiones nos vuelve ágiles para acometer tareas más exigentes que requieren de muchos otros conocimientos… Al igual que a las científicas les da alas en su trabajo dominar la ciencia básica para adaptarse a los nuevos desafíos de sus investigaciones, los docentes y las docentes que no se pierden en un currículum prolijo sienten que su tarea tiene sentido pleno. Así es como se le sacan chispas a afianzar lo básico que no es coincidente con la mecánica repetición de los tiempos verbales, con la memorización de la fórmula para calcular un área trapezoidal o de la lista de las características de un paisaje urbano o rural, sino más bien con la transformación de un texto redactado en futuro en uno escrito en pasado, con la triangulación de un área para saber cuánto mide o con la habilidad para hacerse buenas preguntas conducentes a descubrir qué tiene de distinto vivir en un barrio de vivir en un pueblo.
Sigamos con las emociones…
Muchas veces tenemos que controlar nuestro entusiasmo para hacer las cosas bien, o mantener bajo control nuestro enfado con una amiga porque por encima de todo valoramos su amistad. Muchas otras veces hemos de motivarnos ante algo que no nos apetece hacer porque conocemos los beneficios de hacerlo. Incluso sabemos cómo convencer a quienes están en mejores condiciones que nosotros para llevar a cabo eso que nos disgusta. Puede que también sepamos y queramos contagiar la alegría que sentimos o que practiquemos con éxito el difícil arte de olvidarnos por un rato de nuestra tristeza para hacer cosas porque sabemos que estaremos mejor una vez las hayamos hecho… A esto y a mucho más lo llamamos control de las emociones. Importante, sin duda, pero no tanto como el sentido que nuestros sentimientos dan a lo que hacemos. Para hacer presente los sentimientos necesitamos pararnos y mirar a lo vivido tiempo atrás. Y hacerlo poniendo palabras, haciendo frases que reflejen pensamientos y que los construyan. Dando tiempo y enseñando esas palabras que, desconocidas con anterioridad, ayudan a hacer palpable lo que no se sabía que se estaba viviendo. Tener palabras, muchas palabras -y no solo las que nombran las emociones básicas: alegría, tristeza, miedo, enfado, asco, sorpresa, vergüenza…- que nos sirvan para presentarnos el mundo y presentarnos al mundo como seres complejos, llenos de matices, que son capaces de hablar de cómo se sienten y de escuchar a quien expresa cómo se siente.
Habilidades, talentos…
Todas las personas tenemos alguna suerte de talento que nos define pero… ¡qué escurridizos son esos talentos cuando queremos explicarlos! Esos talentos los tenemos de forma natural y no sabemos por qué y, desde luego, siempre los podemos desarrollar con práctica e intención. A esos talentos podemos llamarlos de muchas maneras. Hay quienes los denominan habilidades, habilidades diversas que entrañan saber cuándo seguir una conversación o cuándo detenerla, decidir con quién hablar para resolver un conflicto, dedicar tiempo a algo que, tenemos el convencimiento, saldrá más o menos bien, lo mismo que desechar la ejecución de una tarea que nos exigirá demasiada inversión y cuyo resultado final acabará siendo mediocre… La importancia de las cosas que somos capaces de hacer con las palabras no es baladí, como nos dice Flecha, lo mismo que todo aquello que podemos construir con nuestras propias manos, escogiendo y empleando materiales que tengan una utilidad inmediata o que le sirvan a alguien para construir algo más difícil o de mayor complejidad. Sin duda, los logros individuales se apilan unos sobre otros haciendo grandes las comunidades. Cuando hablamos de competencias no hemos de perder la perspectiva de transformar el mundo en que vivimos, y vivir cualquier dificultad para transformarla en una nueva oportunidad.
Para que lo anteriormente explicado sea efectivo necesitamos seguir mirando -y mirar mejor- a lo que siempre ha sido importante en la escuela, en la nuestra y en todas, yendo un poco más allá de lo aparente para dotar de sentido de transformación a lo que planteamos a nuestros chicos y chicas: aquello que nos mejora, que nos hace capaces de resolver problemas más complejos, convocando a los demás, y entre los cuales siempre hay quienes poseen un talento que excede el nuestro y una sensibilidad que sobreabunda, aunque los quintupliquemos en edad.
Vivir las propias preocupaciones como indicios de que algo es particularmente importante, tener aspiraciones íntimas que tendrán una importancia radical al imaginar el futuro deseado, que vinculen lo aprendido con lo necesitado, que relacionen lo que sabemos con lo que nos repara, ya sea un poema fantástico, un dibujo que nos conmueve por su delicadeza, una escultura que remeda la de algún asombroso artista, un cuento tan breve como sanador que nos pone vuelta al aire, la manifestación de todo un grupo que quiere y sabe sacarnos la cara cuando alguien nos ha tratado mal… Desarrollar las competencias significa muchas cosas y todas han de tener algún sitio en el proyecto educativo.
A diferencia de lo que ocurre en el mundo académico, en el docente el profesorado ha de encontrar cómo transferir el valor de las competencias a los instrumentos y métodos cotidianos del trabajo con la infancia y la juventud. Por esta razón, el próximo año seguiremos con la labor iniciada este curso. Nuestro reto será, por una parte, hacer que el trabajo menos concreto toque suelo para que sea nuestra guía fundamental, nuestro apoyo diario en los quehaceres de las aulas y, por otra parte, crear herramientas de evaluación que nos sirvan para enseñar a los niños y niñas qué esperamos exactamente de ellos y ellas, decirles con toda claridad qué tienen que aprender o lo importante que es expresar cómo nos gusta que nos traten las demás personas. Así sabrán cómo de lejos o de cerca están de donde quieren estar, de donde desean estar. Eso sí, en la educación del deseo de los niños y las niñas, el profesorado no puede estar solo, necesita a toda la comunidad escolar, porque la comunidad entera es la que educa.