Si el año pasado celebrábamos el carnaval en medio de un ambiente gris y amenazante de lluvia, con toda la cautela que imponían las medidas antipandemia el pasado día 25 de febrero vivimos justo lo contrario: el carnaval nos trajo una mañana soleada y estupenda. En el patio, con música y desfilando junto al profesorado, nuestros chicos y chicas lucieron sus coloridos atuendos, exultantes, olvidando que, durante dos años no habíamos podido disfrutar de una tradición tan sentida en este querido cole nuestro. Ha pasado mucho tiempo para que podamos encontrarnos otra vez haciendo algo en comunidad.
Aunque aún no hemos dejado atrás los rigores de la pandemia, ni hemos olvidado la situación sanitaria que sigue imponiendo sus normas, ya sentimos que el final se acerca y que pronto, así lo esperamos, podremos vernos la sonrisa sin que ningún obstáculo lo impida. Por fin pudimos celebrar esta fiesta con toda la chiquillería bailando, sonriendo, divirtiéndose.
Pincha aquí para ver las fotos del día. Hicimos unas cuantas. Todas con la intención de mostrar el día que pasamos. En realidad, podríamos llenar este blog con una enorme cantidad de fotografías y vídeos. Las que escogemos nos tienen que servir para pensar los pasos que damos como escuela, las actuaciones educativas que realizamos, en definitiva, a qué aspiramos como comunidad educativa.
Las dos últimas sesiones de la mañana las dedicamos a la fiesta del carnaval. Bajamos al patio y nos colocamos en un gran círculo dejando un espacio central libre para el desfile. Ordenadamente, cada grupo con sus profes se daba un garbeo ante la mirada del resto, que pacientemente esperaba su turno para desfilar. De fondo, buena música carnavalera para derrochar toneladas de ilusión, como se aprecia en los vídeos que ilustran esta entrada.
Cada dos años, este colegio celebra el variopinto carnaval rural navarro. Una auténtica oportunidad para reunirnos y festejar la tradición que nos conecta con nuestros pueblos invitándonos a adoptar la identidad de personajes inmemoriales. Conocer distintas expresiones culturales y compartir experiencias contribuye a dar más sentido a los lugares donde vivimos y dar valor a las costumbres de nuestra tierra. De ahí que lo que se pueda experimentar en el colegio junto a otros compañeros y compañeras tenga enorme valor e importancia.
La mañana del pasado día 25 salió redonda pero sí hubo un pero: faltaron las madres, los padres, las abuelas, los tíos… Aún no podía ser. Les echamos de menos. Os echamos de menos. Os extrañamos. Sabemos que cualquier momento vivido en el colegio es un momento especial. Más si cabe cuando ese momento lo compartimos todas las personas, sin excepción. Juntas y en armonía. Porque todas las personas engrandecen a la comunidad y la hacen única.
No nos cansamos de repetir a nuestro alumnado que cada persona trae al mundo una gran novedad, que no hay dos personas iguales y que las necesitamos a todas. Y no nos referimos exclusivamente a los pequeños de la casa. Nos referimos también a los mayores, a los padres y las madres que confían lo más valioso de sus vidas a un profesorado que sabe que con su participación y compromiso todo aprendizaje se hace más grande, más eficaz, más sensible y elevado. Saberlo es muy importante. Saber cómo se hace es más que eso: es vital. Y en nuestro cole de San Jorge sabemos qué tenemos que hacer para volver realidad este sueño.
La vida, como el carnaval, exige que la persona se implique y se complique, que se mueva, que cambie de ropaje, es decir, que esté dispuesta a salir de la comodidad de lo conocido. Aunque parezca extraño, este hecho que puede ser tan incómodo como exigente, nos alarga la experiencia del vivir. Ante la novedad la mente se despierta y cuando estamos despiertos el tiempo discurre con más lentitud. Quien aprende durante toda la vida, vive más. Y esto también es ciencia. Padres, madres, familias: enseñémosles a ellos y ellas mientras lo vamos aprendiendo nosotros. Es la mejor forma de hacerlo. De hecho, es la única.
¡Viva el carnaval! ¡Viva el cole de San Jorge!